martes, 30 de octubre de 2012

Psicologia - Eugenesia e higiene mental: usos de la psicologia en Argentina (1900-1940)


1-Introducción

La higiene mental tiene sus orígenes en las décadas de 1930 y 1940, ya que en ese momento fue cuando el movimiento se organizo institucionalmente, con la fundación de la Liga Argentina de Higiene Mental en 1929. La higiene mental fue un movimiento que nació en Estados Unidos donde se acentuaba el papel de los factores ambientales. En Argentina, en cambio, el movimiento de higiene mental fue esencialmente psiquiátrico  y se desarrollo sobre la base de ideas eugenesicas ya presentes. Las ideas de higiene mental y eugenesia se desarrollaron en el marco de un conjunto de saberes y practicas mas amplio, conocido como medicina social.

Las nociones de higiene y profilaxis se pusieron en un primer plano para la preservación de la sociedad como un todo, como metas inherentes del nuevo modelo medico.

- La noción de higiene estaba asociada al mejoramiento de las condiciones ambientales para evitar o minimizar la posible aparición de enfermedades o anomalías en la sociedad presente.

- La noción de profilaxis aludía a las intervenciones que buscaban a través de medios selectivos eliminar en el presente elementos nocivos para la sociedad futura (eugenesia).


2-Primeros desarrollos de la psicologia en Argentina

Los primeros estudios universitarios de psicologia en Argentina asumieron la orientación de la "nueva psicologia" como ciencia positiva basada en la experiencia. La experimentación fue vista como el método mas eficaz que permitiera el acceso a esta nueva psicologia.
Quienes se ocuparon de las primeras cátedras universitarias de psicologia, tanto en la UBA como en la Universidad de La Plata, se abocaron a fundar institucionalmente un desarrollo "positivo" de la psicologia, donde se lograron resultados concretos en la orientación de las cátedras y en la creación de laboratorios de psicologia experimental. Se llamaba "experimental" a todo abordaje que permitiera el estudio controlado de la experiencia. Se consideraba experimental:

- Las investigaciones psicofisiologicas y de tiempos de reacción.

- Observaciones clínicas o "métodos patológicos" (se consideraba que las patologías eran variaciones producidas por la naturaleza)

- Las observaciones de la conducta humana y su comparación con los comportamientos animales, establecían una analogía onto y filogenetica.

- Las investigaciones psicopedagogas (basados en el uso de cuestionarios y de análisis estadístico de sus resultados)

Se buscaba un reconocimiento del carácter científico de la psicologia que llevo a destacar discursivamente el valor del método experimental, y estimulo la creación de espacios académicos dedicados a la orientación experimental en psicologia (cátedras y laboratorios).


3- Higienismo e higiene mental en Argentina

La higiene mental se vincula del movimiento higienista desarrollado en Argentina desde el ultimo tercio del S. XIX. Los lideres del higienismo se presentaban como profesionales aptos para enfrentar problemas asociados a la "cuestión social": aumento de la delincuencia y la prostitución  la pobreza, problemas de vivienda y hacinamientos, los conflictos obreros asociados a ideas socialistas. El higienismo formo parte entonces de un discurso sobre el progreso y la civilización  que intentaba implementar una política de construcción del estado. Las medidas preventivas y disciplinadoras propuestas se ocupaban tanto de lo técnico como de lo moral, mostrando una continuidad entre medicina y política.
La sociedad era vista como un organismo y los conflictos sociales entendidos en términos de patología  de enfermedades infecciosas y contagiosas. Dentro de este marco de pensamiento fueron abordados ciertos temas sociales y políticos  en términos de la degeneración producto o causas de costumbres viscosas, de la delincuencia, de la mezcla de razas, de ideas anarquistas, etc. En este contexto surgieron formas de estudiar y solucionar estos problemas del delito, la educación, la locura, la anormalidad infantil, que dieron una característica común a diversas disciplinas científicas como la criminologia, la psicologia, la psiquiatrías, etc.

Este era un pensamiento positivista donde se superponía el modelo biológico y sociológico para entender la relación organismo-medio, dentro de una concepción evolucionista. El programa medico higienista privilegio las intervenciones sobre el medio entendido en términos sociales. Sin embargo, el modelo organismo-medio veía la acción del medio como favorecedora de lo que ya estaba presente como predisposición en los organismos.
Estas ideas sobre las relaciones organismo-medio permanecieron en el modelo de higiene mental en la Argentina, favoreciendo su articulación con ideas eugenesicas.
En Argentina, el movimiento de la higiene mental tuvo algunas características diferentes de las que surgieron en Estados Unidos.

- La primera es que nació en el manicomio y en la cátedra de psiquiatría y no a cargo de sectores ajenos que buscaban modificarlo como en EE.UU.

-En segundo lugar, el movimiento de la higiene mental, aunque en sus comienzos no eliminaba motivos eugenesicos, en el plano internacional ya predominaban las versiones ambientalistas.


4- Herencia, degeneración y eugenesia

La eugenesia,desarrollada en Inglaterra por Francis Galton a fines del S. XIX, sostenía la posibilidad de perfeccionar la especie humana promoviendo matrimonios y la descendencia de los "mejores dotados" y evitar aquellos que pudieran perjudicar la "raza". Galton no aprobaba la idea lamarckiana de la herencia de los caracteres adquiridos.
El desarrollo de la eugenesia en Argentina fue relativamente contemporáneo respecto de Europa, pero con características peculiares. La eugenesia fue una disciplina practica y unida a proyectos políticos en el sentido que se limito la reproducción de individuos considerados perjudiciales para la sociedad. Se identifico estos individuos perjudiciales con diversos tipos y grados de anormalidad.
La anormalidad ya estaba presente desde principio del S. XX vinculados a la herencia: una herencia filogenetica y ontogenetica, que abarcaba características físicas y psicológicas. El desarrollo físico y psicológico "normal" suponía una evolución dirigida organicamente, donde el medio favorecía. El desarrollo "anormal" suponía una involución o degeneración. La herencia en el abordaje de los problemas de la anormalidad ocupaba un lugar importante.
Las ideas eugenesicas se apoyaron en la "peligrosidad", pero no solo la peligrosidad del delincuente y del delito ilegal, sino también la del "delito natural" contra la especie, al ser un factor de propagación de la anormalidad, de la degeneración.
Se considera que junto a la justicia, la medicina y la educación conformaron las formas en que el estado trato de controlar diversas formas de desordenes que podían atentar contra el desarrollo normal, la salud y la nación. Los problemas (individuales o sociales) eran interpretados como patologías  como expresiones de la degeneración. La degeneración era vista como transmisión del mal en forma acumulativa, proyectada hacia lo social como representación de la peste que hay que parar. El concepto de degeneración planteaba como objetivo principal crear una nueva raza para la construcción de la argentinidad.
En Argentina, mas allá de las contradicciones, la eugenesia fue preventiva. En la década de 1930 en algunos ámbitos  como el de la criminologia, se defendió la eugenesia negativa, su objeto era impedir la reproducción de los considerados "inferiores". Los principales proyectos eugenesicos apuntaron a la modificación de componentes del medio (vivienda, trabajo) consideradas como degenerativos. Se buscaba luchar contra enfermedades, mejorar las condiciones de trabajo, proteger la procreación, la maternidad, la infancia. Para los considerados "irreparables" se proponía aislarlos y evitar las relaciones sexuales para evitar el contagio y la procreación.


5- Raza y nación en la psicologia Argentina

Entre 1880 y 1900 hubo dos factores que aceleraron el ritmo de construcción del Estado nacional:

- La inmigración en un momento de expansión económica

-Una nueva etapa en la formación de nacionalidades en Europa

En las primeras décadas del S. XX hay una notoria aceptación o rechazo de los inmigrantes por parte de la sociedad argentina. Debido a esto existió ciertas de actitudes diferentes referidos a las diferencias raciales: Una actitud xenofobica (que desvalorizaba y rechazaba a los inmigrantes).
En este contexto, la noción de raza estuvo presente en diversas maneras: fue usada para interpretar el momento presente en la sociedad argentina en relación a su pasado y su posible futuro.

- Con una mirada al futuro, buscaban la formación de una nueva nacionalidad que recogiera los aportes de las razas europeas y que rechazaba la contaminación racial de origen mestizo.

- Con una mirada al pasado, se odia valorizar la relación con España, y las tradiciones religiosas, desconfiando de un porvenir contaminado por la "mezcla de las razas" que la inmigración suponía.

La degeneración constituyó una noción que perduro varas décadas como representación de una degradación mental generalizada. Un ideal racial es la contra parte de la idea de una degeneración racial, que variaba según dos actitudes:

- Una degeneración a causa de la raza indígena y una degeneración fruto de la mezcla entre razas.

La definición de nacionalidad estaba vinculada a la formación de una raza superior y estable. Las diferencias de clases o grupos sociales eran interpretadas como diferencias entre razas inferiores y superiores. Vinculada a la idea de defensa social, la idea de defensa racial exigía una separación de aquello seres racialmente inferiores de aquellos superiores destinados al mejoramiento de la raza. Esta preocupación por el mejoramiento de la raza se instalo en la política y la medicina y fue objeto de medidas higiénicas y eugenesicas.
La idea de razas bien diferenciadas junto con las ideas de "mezcla de razas" articularon ideas sobre el papel determinante de la herencia y el problema de la influencia ambiental. La herencia de carácter orgánico y la herencia psicológica exigían tiempo de las generación para mostrar sus cambios.

J. Ingenieros consideraba superiores a las razas blancas, por la organización social y cultural lograda en los ultimo siglos. Ingenieros hacia referencia de "razas inferiores" a los negros, indígenas.

Desde principios de S. XX, Victor Mercante sostenía que uno de los mayores problemas de la educación de los jóvenes argentinos era la composición étnica mezclada, de razas poco evolucionadas con otras mas evolucionadas.


6- Eugenesia e higiene mental en las intervenciones sobre los problemas de la anormalidad infantil

Desde principios del Siglo XX en Argentina, los planteos sobre la anormalidad infantil giraban en torno a dos tipos de problemas:

- Los problemas de aprendizaje, que se vincularon a cuestiones de orden intelectual, a su deficits se asociaban figuras de niños idiotas, retardados y débiles, se planteaba la necesidad de diseñar e implementar
un diagnostico para decidir las condiciones de "educabilidad".

- Los problemas de indisciplina, en cambio, fueron asociados a patologías afectivas y de carácter  Estas mismas patologías constituían la base de la delincuencia infantil y juvenil. El niño indisciplinado y el niño delincuente eran portadores de patologías  porque sus conductas desviaban de la norma de adaptación  en el ambiente escolar uno, y en el ámbito social y de las leyes el otro.
Estos problemas de la anormalidad infantil se plantearon como problemas de carácter teórico: requerían la producción de conocimiento especifico para la identificación de sus causas pero también para intervenir.
Se desarrollaron dos linea de abordaje de estos problemas:

- Una intervención de carácter "psicopedagogico"

- Una intervención de carácter "clínico"


7- Psicologia y educación: la "intervención psicopedagogía" sobre la anormalidad leve, el idiota y el débil

A fines del Siglo XIX y comienzos del Silgo XX, en Europa y en Estados Unidos, se comenzaron a implementar diversos dispositivos para identificar a los niños que no podían responder a la exigencias de las escuelas publicas. Dentro de estos dispositivos de examen y clasificación  los tests psicológicos y psiquiátricos eran de principal utilización.
En este contexto, el termino "anormal" se refería a "todo lo que se separa de la cifra medida para constituir una anomalía". La media estadística definía la "normalidad". Y esta medida estadística era determinada en la escuela.
En la escuela, una cuestión fundamental era diferenciar dentro de la categoría de la anormalidad, la anormalidad leve y la anormalidad severa. La anormalidad se diferenciaba a veces de la debilidad infantil propiamente dicha la cual es caracterizada por una inestabilidad orgánica y funcional.
En 1924, se creo la función de "visitadora escolar" que se encargaban de seleccionar a los escolares débiles, según sus aptitudes físicas  fisiológicas y psicológicas, y de aplicar una pedagogía que tuviera en cuenta esta graduación.
Producir una intervención adecuada sobre la anormalidad infantil se veía como una cuestión de profilaxis, en doble sentido. Por un lado, se buscaba proteger a los niños "normales" de las influencias negativas que podrían causar los niños "anormales". Por el otro, se buscaba proteger a los niños "anormales", ya que se sostenía que eran iniciados mas fácilmente en el delito.
Las causas de la criminalidad infantil se reconocían de carácter biológico y de carácter social. Una de ellas era la degeneración orgánica hereditaria, ya que se afirmaba que esta herencia degenerada era transmitida por padres alcoholizados, sifilíticos, neuroricos u obreros extenuados.
A la vez que se preocupaba el aumento de la delincuencia infantil y juvenil en muchos países  se intentaba buscar las intervenciones mas convenientes. Entre ellas se mencionaba la aplicación de "una ortopedia moral" o "pedagogía correccional". Durante la década del '30 el tema de la delincuencia infantil y el retraso mental fueron objeto de múltiples diagnósticos y debates desde la Liga Argentina de Higiene Mental, la clínica psiquiátrica y de los primeros abordajes psicoanalíticos.


8- Psicologia, clínica y educación: la "intervención clínica", Telma Reca y la higiene mental infantil.

En Estados Unidos, en las primeras décadas del Silgo XX, comenzó a desarrollarse una nueva modalidad de intervención institucional para niños con dificultades: la Child Guidance Clinics, con apoyo económico por parte de fundaciones privadas. El propósito era la convicción de que la conducta antisocial podía ser abordada por medio psiquiátricos-psicologogicos. Los problemas del niño común comenzaron a ser abordados desde una concepción preventiva mas amplia y desde el tratamiento que integraba a la psiquiatría  la psicologia y la asistencia social. Por esta vía, los niños comunes comenzaron a ser objeto de intervención psiquiátrica donde se buscaban metodologías propias para intervenir sobre la criminalidad infantil.
En Argentina fueron los médicos, en especial la Dra. Telma Reca, quienes desarrollaron un modelo de abordaje de los trastornos infantiles de niños.
El interés original de Telma Reca también fue la delincuencia infantil. Tenia la intención de crear un ámbito de trabajo similar al observado en las Child Guidance Clinics. En 1934 comenzó a trabajar en un consultorio que se llamo Higiene Mental dependiente de la cátedra de pediatría.
En los primeros años, los clientes que llegaban al consultorio eran casos de neuropsiquiatricos, y por consiguiente, no se realizaba psicoterapia. El tratamiento solo se limito a las indicaciones de orden medico. Recién a principios de la década del '40, el panorama se modifico y con el apoyo del Dr. Grraham se consiguieron nuevos recursos que permitieron el trabajo de un equipo mas grande. El consultorio cambio su nombre por el de Centro de Psicologia y Psiquiatría. Este pasaje se relaciono también con un cambio de orientación en los tratamientos a la psicoterapia.
En 1942, Telma Reca viajo a Estados Unidos para volver a ponerse en contacto con las Clínicas de Orientación infantil e interiorizarse en las modalidades de enseñanza de la psiquiatría infantil en ese país. Las intervenciones durante los primeros años incluían "tratamiento físico , "tratamientos sociales", consejos a los padres, y "tratamiento psiquiátrico directo", es decir psicoterapia. En 1944, distinguió tres tipos de niño "problema" en función de tres grupos de síntomas:  los trastornos y variaciones en el rendimiento escolar, los trastornos que afectan la conducta y las relaciones sociales, y los trastornos en el estado de salud. Cuestiono la idea de la normalidad basada en estándares del grupo social en el que el niño esta inserto.  Telma rechazó la noción de "anormalidad de carácter . Utilizó, en cambio, la noción de "personalidad" y de "desviaciones de la personalidad" con el objeto de correr el eje de análisis de los factores internos a los externos que determinan la patología infantil. Consideró que los síntomas de carácter físico-psíquico son mas graves que los de la conducta y el rendimiento escolar. Por lo tanto, el síntoma que se revelaría como mas preocupante en un niño seria la ausencia de respuesta.
Por otro lado, Telma Reca fue una de las primeras en introducir el tratamiento psicoterapeutico basado en una lectura norteamericana del freudismo.
Desde comienzos de la década del '40, Reca articulo intervenciones psicopedagogicas e intervenciones clínicas  Por un lado, promovió el desarrollo de establecimientos educativos especiales y realizo diagnósticos y seguimientos de los niños que evidenciarían problemas de conducta y/o aprendizaje. Por otro lado,  desde una intervención de carácter "clínico" defendía el modelo de las Clínicas de Orientación infantil norteamericanas.


9- La liga de Argentina de Higiene Mental

En este contexto se situó la acción de la Liga Argentina de Higiene Mental (LAHM) encabezada por Gonzalo Bosch, profesor titular de la facultad de Medicina de Rosario y profesor titular de la cátedra de Clínica Psiquiátrica en la Universidad de Buenos Aires. A diferencia de los desarrollos internacionales de la higiene mental, esta Liga no se planteaba como objetivo reformar el manicomio, sino hacerlo mas eficaz y selectivo.
La LAHM fue fundada en 1931 y las iniciativas para su fundación fueron anteriores al golpe de 1930, pero recibió apoyos oficiales hasta mediados de los '40. Por otra parte, la acción publica se hizo mas notable hacia finales de los '30 y principios de los '40: en 1942 comenzó la publicación de la revista Argentina de Higiene Mental. Hacia el primero gobierno de J. D. Perón la Liga perdió apoyo y la revista dejó de aparecer en 1947. La LAMH se inscribía en un movimiento de creación de entidades civiles, surgidas de la tradición de las asociaciones de beneficencia asociadas a figuras medicas.
Desde su fundación, la LAHM disponía de consultorios externos. Tenia ademas una Sección de Servicio Social en la sede de Vieytes.
El tema de la infancia con problemas, particularmente "la debilidad mental" ocupaba un lugar importante. En el Instituto Neuro-Psiquiátrico se dictaban cursos especiales y proporcionaban asistencia en consultorios externos.
No se impulsaba la eliminación de manicomios, pero si de limitar sus funciones  acasos estrictamente necesarios, la idea de un tratamiento precoz de la enfermedad mental llevo a promover un cambio en las instituciones de asistencia y la creación de hospitales generales, hospitales psiquiátricos y consultorios externos. Por otra parte, el nuevo dispositivo promovía la formación e incorporación de nuevos profesionales.
Dos temas coexistieron en el discurso de la higiene mental en torno a la cuestión de la "profilaxis". Por una parte, el propósito de la detección precoz de la patología.  Por otro lado, la tesis de desencadenamiento "desadaptativo". En el primer caso, el énfasis se ponía sobre el diagnostico individual y el tratamiento preventivo era un complemento que evitaría la internación. En el segundo, se apuntaba a incluir a las circunstancias familiares y laborales como factores destacados que delimitaban un espacio sobre el que la psiquiatría podría intervenir. Con estos limites, la higiene mental destacaba el papel de la asistencia social y la insistencia en tratamientos y en formas de rehabilitación.
La higiene mental del niño, en particular la del escolar, constituía un ejemplo del modo en como se conciben los problemas de "adaptación" entendidos como una socialización fallida.
La innovación de los consultorios externos y la asistencia social contribuyo a la modernización del perfil del psiquiatra.
Lo que si estuvo ausente en la Liga fue la vocación social reformista, por eso la prevención y la asistencia precoz se centraban sobre el individuo y permaneció así hasta las décadas de los '40.

Psicologia - Swain, del tratamiento moral a la psicoterapia

Swain, del tratamiento moral a la psicoterapia 

El vocablo psicoterapia en la lengua médico-psicológica se fecha en 1891. Este tratamiento tiene un auge de 20 años notorios hasta decrecer poco después de la Primera Guerra Mundial. 

Las tres fuentes: 


1) Una corriente médico-psicológica relacionada con la idea de “la influencia del espíritu sobre el cuerpo”. Tuke introdujo la expresión de “psicoterapéutico” en 1872. 
Bernheim habla de la sugestión y retoma lo que hace Tuke: “el espíritu humano es una gran palanca y el médico sanador debe utilizarla”. Por este mecanismo, el origen de la psicoterapia se relaciona con la inspiración de un movimiento religioso que consistía en la afirmación “el espíritu al cuerpo de forma completa”, esta convicción se lo consideraba lo más eficaz en la práctica médica. El movimiento tuvo poca influencia en Europa, por lo contrario, en Estados Unidos, jugó un papel determinante. 
Según Bernheim, además de que las principales indicaciones de la sugestión se dirigen a la histéria y a la neurastenia, también se dirige a la intervención del elemento psíquico en la génesis y evolución de las diversas enfermedades. Luego aparecería la medicina psicosomática que surge así por este canal en su primera acepción. 

2) La reactivación de la herencia psiquiátrica del método del tratamiento moral surgida de una nueva problemática sobre las neurosis bajo dos aspectos: el institucional y el individual. 
Mitchell había recomendado en 1875 tratar las enfermedades nerviosas con reposo absoluto y sobrealimentación. Pero de a poco va a insinuarse que el elemento realmente activo en este tipo de tratamiento no es tanto el factor físico que se tenía en la mira: combatir el agotamiento, sino el factor psíquico: asilamiento. 
Durante bastante tiempo no se considero la reclusión de los alienados (es el fenómeno de suprimir la personalidad) tuviera virtudes terapéuticas particulares, la internación obedecía más bien a motivos de orden público y de protección social, que justificaban la hospitalización de estos sujetos. El primer poder que ejerce sobre el paciente “nervioso” es la ruptura con el entorno habitual y con las relaciones familiares (se les prohibía tener contacto con lo que estaban acostumbrados). Contaban con el aislamiento, es decir, con el tratamiento moral. 
De este modo, se ve un cambio en la perspectiva: El aislamiento moral concierne en primer lugar a las enfermedades nerviosas no calificadas como alienación mental. 
En 1870 se crearon una serie de establecimientos especializados bajo la forma de “hospicios hidroterapéuticos”. 
El desarrollo de la idea contemporánea de psicoterapia determinó a la neurosis como trastornos de esencia psíquica. 
La reactivación completa del tratamiento moral será importante sólo en un segundo momento, a modo de reacción contra el nuevo medio “descubierto” alrededor de 1880: la sugestión hipnótica. Charcot sólo tenía interés en el modo institucional. 
Déjerine combina al aislamiento más estricto con el empleo del tratamiento con la palabra, esta innovación es utilizada en el hospital de la Salpetriére. 

3) El impulso central y decisivo de fundación de las psicoterapias vino de la reinterpretación hecho por la escuela de Nancy de los fenómenos hipotéticos de la escuela de Salpetriere. 
Berheim suponía que caer en la hipótesis era una particularidad de todos los hombres. 
Se ordeno el desarrollo tipo del ataque histérico en 4 periodos: epileptoide, grandes movimientos y delirio mental. 
Existencia de tres estadios diferenciados en el hipnotismo o fenómenos hipnóticos: el letargo, la catalepsia y el sonambulismo. 
Berheim desplazara el interés por una patología extraordinaria a una terapéutica extraordinario. 
El estado hipnótico, según Berheim es un estado de subjetividad exaltado. Puede ser producido con o sin sueño. 
La sugestión corresponde a una facultad natural del cerebro humano, consiste en la influencia provocada por una idea sugerida y aceptada por el cerebro y despierta una disposición a la que Berheim llamo “ideo-dinamismo”. Toda idea aceptada tiende hacerse acto. 


Los poderes de la sugestión: 
La sugestión se convirtió en un nuevo poder del hombre sobre el hombre. Debido a esto la sugestión puede ser tanto maléfica (usada para fines personales o criminales), como para una causa benéfica (explotación razonada de esta disposición). 
La terapia de sugestión consiste en colocar al paciente en un estado psíquico (donde reconozca y acepte como reales las impresiones que le sean trasmitidas) este estado es el sueño. 
La psicoterapéutica hipnótica Explora con el objetivo de cura o de alivio mediante un modo artificial. El sueño artificial no es indispensable, Liébault estableció la sugestión verbal, “la sola idea del sueño dada al sujeto alcanza para producirlo”. 
Berheim estableció que el sueño provocado no es necesario para obtener los fenómenos llamados hipnóticos, que todos esos fenómenos pueden ser obtenidos en algunas personas en estado de vigilia, sin maniobras previas, por la sola palabra. 
Gracias al éxito que tuvo la versión de la escuela de Nancy de la sugestión se crearon nuevas revistas especializadas. 
Desde el puno de vista de la historia social de las terapéuticas psíquicas, hay que considerar el nacimiento de esta moda como el momento fecundo de sensibilización de la opinión y del publico cultivado frente a la existencia de otra medicina, a la que se pudiera pedirle ayuda en casos q se la necesitara. 
Psicoterapia se entiende como curación del espíritu pero no solamente del espíritu también como curación del cuerpo por el espíritu. 
La idea de una “terapéutica patogénica” aparece en un momento importante en lo que respecta a la fijación del concepto de psicoterapia en el sentido actual. La teoría freudiana sobre el origen de las neurosis sobre su proceso de análisis no es en absoluto exclusiva. Se trataba de una exigencia intelectual que fue también sentida por otros. 
Dejerine aporta precisión a la noción de manifestaciones funcionales. 
A principios de este siglo la presentación corporal en l queja neurótica representaba una parte considerable y la mayoría de los medico compartía la idea común de un órgano-psiquico Trastornos físicos y trastornos mentales que se comunicaban de manera electiva en los cuadros de neurosis. 
La psicoterapia desde hace cierta cantidad de años sufre una marcada evolución. De ser sintomática tiende cada vez más actualmente a volverse patogénica. El médico no se ocupa mas del síntoma, se aboca a las propias causas de los trastornos ante los q se enfrenta. 
La psicoterapia es un tratamiento patogénico que en presencia de afecciones de origen psíquico, pretende curarlas por acción psíquica. 

Los límites de la hipnosis: 
La psicoterapia hipnótica alrededor de 1900 dejo de ser la práctica de moda, centro de reflexión e interés de los especialistas en pacientes nerviosos. 
El hipnotismo no tuvo tiempo de transformarse, murió rápidamente y desapareció completamente. 
Janet decía que la sugestión seguía siendo un polo de referencia implícito en el campo de la psicoterapia, muchos de los tratamientos psicológicos posteriores a esta época no son mas que metamorfosis de la sugestión. 
Lo destacable en el enfoque de Janet es la capacidad de combinar dos utilizaciones del fenómeno hipnótico. Primero vuelve a una función clásica del estado hipnótico, que llamamos función de verdad. Y también utiliza lo que él llama el sonambulismo provocado con fines de exploración del pasado de las histéricas. Para actuar sobre el propio fondo del trastorno, hay que remontarse primero al origen de la fuente del traumatismo y cuando la hipnosis no alcanza, se utilizara cualquier otra forma de estado segundo capaz de desbaratar la pantalla de la conciencia: escritura automática, sueño o inclusive el habla asociada libremente. 
Freud escribe que mientras procedamos con método, el tratamiento psíquico moderno, se pone en manos de médicos armas mucho más poderosas para combatir la enfermedad. También hizo un estudio de los procesos de la vida psíquica, cuyas premisas descansan en las observaciones hechas a partir de la hipnosis, nos proveerá de las vías y de los métodos. 
La sugestión deja radicalmente fuera de juego el poder reflexivo del paciente, no se trata de una ausencia real de sí mismo, sino de una suspensión de la posesión sobre si mismo. 
La sustitución momentánea de la voluntad del paciente por la voluntad del médico, permitiendo una suerte de trasplante psíquico del movimiento. Hay una capacidad de resistencia del paciente a la sugestión. 
Freud: incluso en la mejor de las hipnosis, el poder ejercido por la sugestión no es ilimitado, sino solamente de una fuerza determinada. El hipnotizado acepta hacer pequeños sacrificios, rechaza los grandes. Incluso cuando la sugestion funciona los limites de su eficacia se revelan en carácter temporario. Provoca la supresión de fenómenos mórbidos, pero solamente por un breve lapso. 
El tratamiento, al repetirse termina por inducir una dependencia del emfermo hacia su hipnotizador, esto es, un desplazamiento de la patología. Las dificultades que se creían superadas resurgen intactas. 
Todas las opciones del area de la psicoterapia se determinan con la relación de la sugestion hipnotica. 

El retorno al tratamiento moral: la persuasión 

Resurgimiento del viejo tratamiento moral en su noción misma y en el espíritu de su dispositivo practico. 
La señal de inicio puede localizarse en un artículo (1890), pero alcanza su verdadero desarrollo en 1895, en 1900 ejerce una influencia en el poder político. 
Dejerine había sido partidario y practicante de la hipnosis, demás había probado la sugestión en estado de vigilia. Su perspectiva es un enfoque de reacción interna a los impasses y a los problemas de la sugestión hipnótica, proviene de una triple exigencia: 

A) una exigencia de profundización; la rápida reaparición de los síntomas luego de su temporaria desaparición bajo el efecto de la hipnosis muestra el carácter superficial de este tipo de tratamiento. 
Dejerine decía que la sugestión en estado de vigilia o durante el sueño hipnótico se dirige al síntoma y no a la causa, solo actúa en la superficie y no en el fondo. 
Solo llegara a ser eficaz si llegara a explicar al sujeto luego de haberle hecho confesar su vida, como y porque se ah enfermando. 

B) se deduce una exigencia de participación del paciente en el nivel de los medios terapéuticos. Esta exigencia es expresada bajo la forma de una protesta ética e incluso política contra la sujeción en la que la hipnosis sumiría a un individuo en relación con otro. 
Camus y Pagniez aseguran que el método consistía en trasformar al hipnotizado en una maquina, en un autómata que responde a un impulso y actúa al despertar sin saber lo que hace ni porque lo hace. Wundt hablara directamente de esclavitud. La dependencia en la que el hipnotizado se encuentra con respecto al hipnotizador no es más que una esclavitud por hora y priva al esclavo no solo del derecho a actuar sino también de la posibilidad de actuar según su propia voluntad. De todos los vínculos que relacionan al hombre con el hombre este es el más inmoral y transforma a uno en maquina del otro. Este tipo de argumentación participa del mito sobre el poder total de la sugestión. 
Es indispensable que se reconozca a si mismo en el proceso de curación, que el mismo participe en su cura, y que esta se efectué bajo su vigilancia y con su colaboración. 

C) se distingue una clara exigencia en relación con el objeto. Una verdadera cura psíquica no puede ser más que la liberación respecto al modo de tratamiento y respecto a la persona del médico. 
Una autentica psicoterapia debe proponerse como fin llegar al gobierno total de uno mismo. La participación consiente y voluntaria del paciente en el proceso de cura le permite a este acceder a una posesión ampliada de su propia existencia. 
El objetivo de la sugestión debe ser el de resolver al enfermo el dominio de sí mismo. 
En oposición a la psicoterapia por sugestión nace una psicoterapia por persuasión 

A) por sugestión: Intenta introducir en la conciencia de un sujeto ideas 
nuevas o destruir ideas existentes, por fuera de su con 
sentimiento y de su juicio.

B) Por persuasión: Pretende que la idea recientemente introducida tenga 
el consentimiento del sujeto. 

Dubois presenta una perspectiva intelectualista y retoma la inspiración original del tratamiento moral de los primeros alienistas. Insiste en el papel que juega en el enfermo el conocimiento de la naturaleza de sus trastornos, en particular, del origen psíquico de las manifestaciones funcionales. 
El tratamiento consistía en conversaciones claras sobre la naturaleza de los fenómenos nerviosos. El punto de partida de la cura es la persuasión del paciente, hay que saber inculcar al enfermo la convicción de que va a curarse. Es necesario que el médico posea el don de la persuasión. 
Es necesario que el médico sepa apoderarse de su enfermo. Es necesario que, desde el inicio, se establezca entre ellos un vínculo poderoso de confianza y de simpatía. 
Dejerine afirma: 

• Que el elemento que interviene en la psicoterapia por persuasión es el elemento efectivo. 

• Que los enfermos solo se curan si logran creer en el psicoterapeuta 

• La psicoterapia solo puede actuar cuando el enfermo deposita en el psicoterapeuta una confianza absoluta. 

• Así como la locura es primitivamente una inmersión de la razón en las pasiones, el estado neurasténico nace en el momento en que la emoción prevalece sobre la razón. 

• No es por el razonamiento que se logra que el paciente recupere la razón sino que el individuo se recupera primero y razona después. 

• Habla sobre el talento del psicoterapeuta y sobre la confianza absoluta que logra establecer entre el y el paciente que en definitiva es el “amor”. 

• La confesión por medio de la persuasión nos devuelve a un individuo absolutamente transparente, que conserva intacta la posesión de si mismo. 
El poder total de la hipnosis es reemplazado por un saber total de la vida del paciente. Es necesario que conozcamos del pasiente su vida familiar, su vida conyugal y sobre todo el estado de las funsiones genitales. 

Es necesario saber todo para comprender todo. 
El objetivo de la psicoterapia debe ser reanudar la continuidad existencial, la reconstitución, la reorientación de la personalidad del enfermo. Esto se da por medio de la movilización de sus capasiades de “emoción estética” , en donde la confesión juega un papel importante. Uno se perdona la falta que se ha confesado. 


El dispositivo analítico como síntesis: 

Se entiende que la fuerza del psicoanálisis freudiano proviene de su poder explicativo. Aparece como el enfoque sintético por excelencia, como la forma de dar respuesta simultanea al mayor número de exigencia. 
Su propia concepción del proceso terapéutico de las neurosis se elabora y desarrolla paralelamente con las enseñanzas de Dubois y Dejerine.
También se sitúa la formación de su idea de cura en relación con el despliegue de las psicoterapias persuasivas. 
Freud estudio los problemas de la sugestión hipnótica, pero no se conformo. Lo que supo hacer Freud es encontrar la vía intermedia entre la sugestión y la persuasión. No se alejo de la hipnosis sin rescatar nada, busco penetrar en su principio activo, aislarlo y conservarlo en la cura.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Psicologia - E. Mouchet "Significación del psicoanálisis"

Significación del psicoanálisis

El psicoanálisis nació como método de diagnostico y de curación de la neurosis. Posteriormente se expandió hasta abarcar la estética  la sociología  la mitología  la lingüística y la pedagogía  convirtiéndose así en un sistema filosófico. Por esta excesiva expansión de la doctrina psicológica se cree haber originado la causa de su ruina y descrédito.

Hay dos clases de críticos hacia S. Freud:

-Los que lo veían como un genio creador en el campo de la psicologia.

-Los que, en cambio, se declaraban enemigos de sus teorías negandoles todo valor científico y filosófico.

Para E. Mouchet, S. Freud no era ni un genio ni un apóstol, ni tampoco un humorista o depravado, sino que sus ideas se debía estudiar y ser merecedoras reconocidas.
Mouchet define tanto los puntos vulnerables del psicoanálisis como sus méritos y su influencia sobre el progreso de la ciencia psicológica.

Puntos vulnerables: 

a- La falta de rigor científico.

b- Ausencia de fundamentos sólidos, utilizando métodos deductivos y dialécticos cuyo soporte central del psicoanálisis eran hipótesis de: los complejos inconscientes; la censura y los deseos reprimidos.

c- Reacción en contra de la psicologia científica en la observación de hechos e, incluso,  en la experimentación.

d- El éxito de la doctrina psicoanalítica provenía debido a espiritualistas y teólogos  Ademas, los métodos y principios del psicoanálisis retomaban el escolasticismo.

e- Freud y su escuela tenían conceptos aprioristicos y entidades pisquicas. Estas entidades como la censura y la libido serian los complejos, y las demás entidades psíquicas constituían la entidad freudiana: el inconsciente.

Méritos e influencia sobre el progreso de la ciencia psicológica:

a- Freud y sus discípulos llevaron al psicoanálisis al campo de la medicina, en especial al de la psiquiatría.

b- Freud recibió méritos por haberle dado importancia al problema sexual que tiene la psicologia.

c- El psicoanálisis puso en evidencia la importancia del subconsciente en la vida psíquica.


Psicología - N. Rose "Una historia crítica de la psicología" (Parte 3)


Una historia crítica de la psicología


Nikolas Rose

Gobierno


Cuando hablo de gobierno no me refiero a un conjunto concreto de instituciones políticas, sino a cierto modo de pensar acerca del poder político y de intentar ejercerlo: el territorio delimitado por el sinnúmero de esquemas, sueños, cálculos y estrategias para la “conducción de la conducta” que proliferaron durante los dos últimos siglos (Foucault, 1991). En el transcurso del siglo XX, las normas, los valores, las imágenes y las técnicas psicológicas llegaron a moldear cada vez más la manera en que las diversas autoridades sociales piensan acerca de las personas, sus defectos y sus virtudes, su estado de salud y enfermedad, su normalidad y su patología. Se incorporaron objetivos construidos en términos psicológicos (normalidad, adaptación, realización) a los programas, sueños y esquemas para regular la conducta humana. La administración de las personas tomó un tinte psicológico desde lo “macro” (los aparatos de bienestar, de seguridad y de reglamentación laboral) hasta lo “micro” (el lugar de trabajo, la familia, la escuela, el ejército, la sala de un tribunal, la cárcel o el hospital). La psicología quedó incorporada a las técnicas y a los dispositivos creados para gobernar la conducta, y ha sido utilizada no sólo por los mismos psicólogos, sino también por los médicos, los sacerdotes, los filántropos, los arquitectos y los maestros. Es decir que las estrategias, los programas, las técnicas y los dispositivos, así como las reflexiones sobre la administración de la conducta que Michel Foucault denomina gubernamentalidad o, simplemente gobierno, se “psicologizaron” cada vez más. El ejercicio de las formas modernas de poder político ha quedado vinculado intrínsecamente a un conocimiento de la subjetividad humana. Autoridad La psicología estuvo estrechamente ligada a una transformación de la naturaleza de la autoridad social que tiene una importancia fundamental para los tipos de sociedad en las que vivimos, en “Occidente”. En primer lugar, por supuesto, la misma psicología generó una serie de nuevas autoridades sociales cuyo campo de operación es la conducción de la conducta, la administración de la subjetividad. Estas nuevas autoridades como, por ejemplo, los psicólogos clínicos, educacionales e industriales, los psicoterapeutas y los consejeros alegan tener poder y estatus social porque poseen verdades psicológicas y dominan técnicas psicológicas. En segundo lugar, y tal vez más importante, la psicología estuvo estrechamente ligada a la constitución de una serie de objetos y problemas nuevos sobre los que se puede ejercer legítimamente la autoridad social; y tal legitimidad se funda en creencias sobre el conocimiento, la objetividad y la cientificidad. En este sentido, es notable el hecho de que surgieran las ideas de normalidad como producto mismo de la administración tutelada por expertos, y de riesgo como peligro in potentia que habría de ser diagnosticado por los expertos y administrado profilácticamente en nombre de la seguridad social (véase Castel, 1991). En tercer lugar, la impregnación de los sistemas de autoridad preexistentes por parte de la psicología (el del comandante en el ejército, la maestra en la escuela, el gerente en la fábrica, el enfermero en el hospital psiquiátrico, el juez en la sala del tribunal, el guardia penitenciario en la cárcel) los transformó. Estas formas de autoridad adquieren una especie de fundamento ético al impregnarse de la terminología y las técnicas atribuibles a la psicología (aunque de manera discutible e hipócrita). Es decir que la autoridad se vuelve ética en la medida en que se la ejerce a la luz de un conocimiento de quienes son sus sujetos; y, a la vez, se transforma la naturaleza del ejercicio de la autoridad, que ya no es tanto una cuestión de ordenar, controlar y exigir obediencia y lealtad, sino de mejorar la capacidad de los individuos para ejercer autoridad sobre ellos mismos: mejorar la capacidad de los alumnos, los empleados, los prisioneros o los soldados para comprender sus propias acciones y regular su propia conducta. En este sentido, el ejercicio de la autoridad se convierte en una cuestión terapéutica: la forma más poderosa de actuar sobre las acciones de los otros es cambiar la forma en que se gobernarán a sí mismos. Ética La historia, la sociología y la antropología de la subjetividad han sido estudiadas de muchas maneras diferentes. Algunos autores, particularmente Norbert Elias, trataron de relacionar estructuras políticas y sociales cambiantes y códigos de conducta personal cambiantes con cambios producidos en la organización psicológica interna concreta de los sujetos (Elias, 1978). Otros procuraron evitar el atribuir cualquier tipo de vida interior a los seres humanos, tratando las prácticas lingüísticas y representacionales simplemente como repertorios de relatos que proporcionan los recursos por medio de los cuales los sujetos dan sentido a sus propias acciones y a las de los demás (Harré, 1983). Yo abordo este tema desde una perspectiva algo diferente: los discursos, las técnicas y las normas cambiantes que intentaron actuar sobre los detalles de la conducta, el comportamiento y la subjetividad humanas (no sólo los modales sino también los deseos y los valores) se ubican en el campo de la ética.
Un estudio de la tekné de la psicología según esta dimensión ética no se aboca a la “moral” en el sentido de Durkheim de un campo de valores ni a la consiguiente forma de generar integración y solidaridad social, sino que investiga las formas en que la psicología quedó vinculada estrechamente con las prácticas y los criterios para la “conducción de la conducta” (Foucault, 1988). Durante muchos siglos, los manuales sobre los modales, los libros de guía y orientación, las prácticas pedagógicas y reformatorias trataron de educar, dar forma y encauzar la economía emocional e instintiva de los seres humanos inculcándoles cierta conciencia ética. Pero durante los últimos cincuenta años, los lenguajes, las técnicas y el personal de la psicología afectaron y transformaron el modo en que se instó e incitó a los seres humanos a convertirse en seres éticos: seres que se definen y se regulan según un código moral, que establecen preceptos para conducir y juzgar su vida, y que aceptan o rechazan ciertas metas morales para sí mismos. Desde esta perspectiva, la relación de la psicología con el yo no debería construirse en términos de una oposición entre descoloridas concepciones psicológicas de la persona y el ser persona real, concreto y creativo. Este fue el tema de muchas críticas a la psicología de la inteligencia, la personalidad y la adaptación en la década de 1960, y lo sigue siendo en las nuevas psicologías “humanistas”. Es más instructivo estudiar de qué modo participó la psicología en la construcción de diversos repertorios para hablar sobre personas que se destacan en algún aspecto y en relación con diferentes problemas, y que guardan una relación particular con los tipos de yo que se presuponen en las prácticas contemporáneas de administración de los individuos, repertorios que también intervienen para evaluarlas y actuar sobre ellas (Rose, 1992a, texto revisado y reimpreso como Capítulo 7 de este libro). Por un lado, la persona quedó abierta, de distintas maneras, a las intervenciones conducidas en nombre de la subjetividad: el sujeto calculable, provisto de características relativamente estables, definibles, cuantificables, lineales y con distribución normal (los dominios de la inteligencia, la personalidad, la aptitud, etcétera); el sujeto motivado, dotado de una dinámica orientación interna hacia el mundo, con necesidades por modelar y satisfacer; el sujeto social, que busca solidaridad, seguridad y un sentimiento de valor; el sujeto cognitivo, en busca del sentido, guiado a través del mundo por las creencias y las actitudes; el sujeto psicodinámico, impulsado por fuerzas y conflictos inconscientes; el sujeto creativo, que lucha por alcanzar la autonomía a través de la realización y la elección, y le da significado a su existencia por medio del ejercicio de su libertad. En las sociedades democráticas liberales, la concepción y las normas de la subjetividad son pluralistas. Pero la condición de posibilidad para cada versión de sujeto contemporáneo es el nacimiento de la persona como un yo psicológico, la apertura de un espacio de objetividad ubicado en un orden “moral” interno, entre la fisiología y la conducta: una zona interior con sus propias leyes y procesos que constituye un campo posible para un conocimiento positivo y una técnica racional. Por otro lado, distintos fragmentos y componentes de las disciplinas "psi" se incorporaron al repertorio “ético” de los individuos, al lenguaje que los individuos utilizan para hablar de ellos mismos y de su propia conducta, para juzgar y evaluar su existencia, para dar significado a su vida y para actuar sobre sí mismos; hecho que transforma aquello que denomino, siguiendo a Foucault, nuestra “relación con nosotros mismos”: la manera en que hacemos inteligibles y practicables nuestro ser y nuestra existencia, nuestro modo de pensar acerca de nuestras pasiones y aspiraciones, y nuestra manera de expresarlas, nuestra forma de identificar y codificar nuestras desafecciones y nuestros límites, y de responder a ellos.



La construcción de lo psicológico


Desde esta perspectiva, la psicología es más importante por lo que hace que por lo que es. Es decir que la psicología alteró la manera en la que es posible pensar acerca de las personas, las leyes y los valores que gobiernan las acciones y la conducta de los demás y, de hecho, las de nosotros mismos. Aún más, la psicología revistió de una mayor credibilidad a algunas formas de pensar acerca de las personas debido a que aparentemente se funda en el conocimiento positivo. Haciendo pensable al sujeto humano con arreglo a diferentes lógicas y fórmulas y sentando la posibilidad de evaluar con medios científicos las formas de pensar acerca de las personas, la psicología también torna a los seres humanos más dóciles, más dispuestos a que otros les hagan ciertas cosas y también les permite hacerse cosas nuevas a sí mismos. La psicología abre a las personas a una serie de intervenciones calculadas cuyos fines se formulan en términos de disposiciones y de cualidades psicológicas, las cuales determinan la forma en que los individuos se conducen a sí mismos, intervenciones cuyos medios se ajustan ineludiblemente a la luz del conocimiento psicológico sobre la naturaleza de los seres humanos. La meta de una historia crítica de la psicología sería hacer visibles las relaciones profundamente ambiguas entre la ética de la subjetividad, las verdades de la psicología y el ejercicio del poder. Una historia crítica de este tipo abriría un espacio en el que podríamos volver a pensar los vínculos constitutivos entre la psicología (como forma de conocimiento, tipo de pericia y terreno de la ética) y los dilemas del gobierno de la subjetividad que enfrentan hoy las democracias liberales.


Psicología - N. Rose "Una historia crítica de la psicología" (Parte 2)

Una historia crítica de la psicología

Nikolas Rose
Fenomenotécnia 


 Permítanme empezar con una reflexión acerca de lo que significa argumentar que el objeto de conocimiento “se construye”. Los ensayos de Gaston Bachelard sobre la física cuántica, la relatividad y la geometría no euclidiana nos pueden ayudar a abordar esta cuestión (Bachelard, [1934] 1984: todas las citas que siguen a continuación provienen de págs. 12-13). Al igual que Nietzsche, para Bachelard “todo lo que es decisivo no nace sino ‘a pesar de’. [...] Toda verdad nueva nace a pesar de la evidencia; toda experiencia nueva se adquiere a pesar de la experiencia inmediata”. Para Bachelard, eso significa que la actividad de la ciencia se ocupa de la “construcción” de nuevos campos de objetividad científica: la ciencia implica una ruptura con lo dado, con el mundo que la experiencia parece revelarnos. En El nuevo espíritu científico, Bachelard argumenta que la razón científica es necesariamente una ruptura con lo empírico. Según él, la ciencia no debe ser entendida como una fenomenología, sino como “fenomenotecnología”: “Lo instructivo en ella proviene de una construcción”. Es decir que la ciencia no es un mero reflejo o racionalización de la experiencia. Bachelard es a la vez descriptivo y normativo cuando dice que la ciencia supone el intento de producir en la realidad, mediante la observación y la experimentación, aquello que ya se produjo en el pensamiento. En el pensamiento científico, “la meditación sobre el objeto por parte del sujeto siempre toma la forma de proyecto [...] La observación científica es siempre una observación polémica; confirma o rechaza una tesis anterior, un modelo preexistente, un protocolo de observación”. La experimentación es esencialmente un proceso por el cual las teorías se materializan a través de medios técnicos porque “desde que se pasa de la observación a la experimentación, el carácter polémico del conocimiento se hace todavía más neto. Es preciso, entonces, que el fenómeno sea cernido, filtrado, depurado, colado por los instrumentos; en efecto, bien podrían ser los instrumentos los que producen los fenómenos desde el principio. Ahora bien, los instrumentos no son más que las teorías materializadas”. Entonces, para Bachelard, la realidad no debe ser entendida como algo dado primitivo: “toda revolución fructífera obligó a hacer un estudio profundo de las categorías de lo real” (Ibídem, 134). En efecto, la noción bachelardiana de los obstáculos epistemológicos y su proyecto de un “psicoanálisis” de la razón científica parten de su mandato de que la ciencia necesita ejercer una vigilancia constante contra la seducción de lo empírico, la atracción de lo dado que funciona como un impedimento para la imaginación científica. Ese imperativo revela una diferencia fundamental con los analíticos “angloamericanos” del “construccionismo”. Muchos construccionistas angloamericanos contemporáneos buscan revelar el carácter constructivo del conocimiento científico para poder “deconstruirlo”. Señalan las formas en que se produce la realidad científica por medio de instrumentos en los cuales están implícitas las teorías, técnicas y dispositivos de inscripción en un ataque “irónico” e incluso “demoledor” a la idea misma de la ciencia. Sin embargo, para disgusto de aquellos que proponen esas teorías, dicha crítica a la ciencia paradójicamente rescata al empirismo: se fundamenta en el mismo territorio que busca censurar. Porque sus colores radicales dependen del mantenimiento de un ideal de la verdad como aquello que estaría fundamentado en lo empírico. Sólo sobre ese principio puede fustigar todas las pretensiones de verdad que no están fundamentadas de ese modo; que están basadas en observaciones coloreadas por teorías y aparatos, en una “interpretación” que depende de supuestos, en la atribución de “procesos mentales” que van más allá de la información visible y audible en los intercambios humanos. Pero dentro de la tradición más sobria de Bachelard, señalar la naturaleza construida de la objetividad científica no es estorbar ni demoler el proyecto de la ciencia, no es “ironizar” sobre él ni “deconstruirlo”, sino definirlo. En contraposición a todas las formas de empirismo, ya sea que estén fundamentadas filosóficamente o apoyadas en una valorización del conocimiento “vulgar” y la “experiencia cotidiana”, para Bachelard, la realidad científica no se condice con el “pensamiento cotidiano”: a su objetividad se llega y no se la “experimenta” meramente. La realidad científica contemporánea —y esto se aplica a una ciencia como la psicología tanto como a cualquier otra— es el resultado ineludible de las categorías que usamos para pensarla, de las técnicas y procedimientos que usamos para ponerla de manifiesto y de las herramientas estadísticas y modos de prueba que usamos para justificarla.
Desde esa perspectiva, argüir que los objetos que aparecen dentro de una esfera particular del conocimiento son construidos no equivale a una deslegitimación de sus pretensiones científicas. Es meramente el principio mediante el cual nos volvemos capaces de plantear cuestiones con respecto a los medios de construcción de esas nuevas esferas de objetividad y sus consecuencias. Y es aquí de donde puede derivarse una segunda enseñanza de los argumentos de Bachelard. La construcción no es una cuestión de “discurso” o de lenguaje, es una cuestión técnica y práctica (Hacking, 1990). Esa línea de pensamiento bachelardiano es la que siguieron estudios recientes de la ciencia como técnica, como pertinente a laboratorios, aparatos, inscripciones, tablas, gráficos, experimentos, técnicas, tipos de juicios, divulgación del conocimiento a través de dispositivos institucionales como publicaciones y conferencias, como algo que tiene que ver con lo retórico y con otros procedimientos que estabilizan los hechos y las explicaciones (véase especialmente Latour, 1988). Los objetos de una ciencia — la psicología no es la excepción— adquieren existencia gracias al entramado de esos elementos en una red compleja y heterogénea, muchas de cuyas partes tienen otro origen y se estabilizan encerrándolas en otros circuitos de actividad, técnica y artefactos. Las actividades que llamamos ciencia, así como los objetos de conocimiento y sistemas de explicación y juicio que producen no son, por lo tanto, meras cuestiones de elaboración de sistemas de significación. De ahí que sea inútil buscar “deconstruirlos” revelando los procesos de los que dependen sus pretensiones de verdad: lo indecible puede estar situado en el corazón del conocimiento, pero no es ni su origen ni su sentencia de muerte.
Una tendencia construccionista en la psicología crítica se concentró en el despliegue de términos para entidades psicológicas tales como emociones, sentimientos y actitudes, entre otras, en los intercambios lingüísticos entre los actores humanos (véase, por ejemplo, Potter y Wetherell, 1984). Tales enfoques retratan a los individuos como agentes que buscan llevar adelante su vida con la ayuda de los recursos de construcción de sentido que tienen a su disposición, especialmente los del lenguaje, aunque sin duda, frecuentemente no son conscientes de cómo lo hacen ni de las convenciones y repertorios que los restringen. En esos enfoques, la construcción psicológica de la realidad se estudia mediante el análisis de conversaciones de diversos tipos —entre legos, o entre legos y profesionales—: se estudia la secuencia, el orden de turnos, las categorías de pertenencia dentro de esas transcripciones; se procura averiguar de qué manera las partes construyeron mutuamente una versión de los sucesos que implica ciertos tipos de explicación, los cuales postulan una forma específica de yo perturbado, o un yo con emociones o actitudes, subyacente a los sucesos, y luego se aduce a ese yo como explicación de tales sucesos. Esos análisis hacen hincapié en la flexibilidad de los recursos a los que los participantes recurrieron, en las características contextuales y deícticas1 de gran parte de la conversación y en las diversas formas en que las personas se construyeron a sí mismas o fueron construidas por sus interlocutores para atribuir culpa, para excusar, para dar crédito a sus propios yoes o desacreditarlos (véase Burman y Parker, 1994). Pero las líneas de investigación aquí sugeridas implican que existen condiciones de construcción de sentido que van más allá del sujeto hablante y aquello que se dice. Esas condiciones son las que hacen posible que una persona asuma el rol de sujeto hablante, que se identifique a sí misma con el “yo” del propio discurso, el conjunto de relaciones secuenciales, de sustitución, de asociación y diferenciación que permiten que una secuencia específica de sonidos tenga sentido (véase Benveniste, 1971, particularmente el capítulo 21; ampliaré este argumento en el capítulo 8). Los discursos no son meros “sistemas de significación”, sino que están plasmados en asociaciones y dispositivos técnicos complejos y prácticos que proporcionan “lugares” que los seres humanos deben ocupar si quieren tener la categoría de sujetos de una clase particular, y que inmediatamente los posicionan en ciertas relaciones mutuas y con el mundo del que hablan (Foucault, 1972a).
Los análisis enfocados desde esa perspectiva se realizan bajo los auspicios epistemológicos y metodológicos radicalmente diferentes de la tradición angloamericana. Primero, hay un cuestionamiento de la primacía de “lo que se dice” en provecho de las condiciones que hacen que ciertas formas de enunciado sean posibles e inteligibles. Como dijo Michel Foucault en otro contexto: “¿Qué importa quién está hablando? Alguien dijo [...]” (Foucault, 1969). Hay, además, un cuestionamiento que podríamos denominar la “metafísica de la presencia”, doctrina epistemológica que respalda el construccionismo angloamericano y que conduce al fetichismo de lo que se dice —lo audible, que parece estar inmediatamente presente en la consciencia o en la experiencia del sujeto y del analista por igual— y al menosprecio por la explicación, que va más allá la “evidencia empírica”. Porque lo que está presente en forma de sonido, de afirmación, de signo, tiene sentido y es inteligible sólo en relación con un conjunto de relaciones discursivas y técnicas que están ausentes, pero que hacen que ese enunciado sea posible. De ahí que haya un cuestionamiento mayor aún del privilegio otorgado al sujeto humano en este asunto de la construcción: debe consagrarse primordialmente el análisis a las relaciones que brindan la posibilidad de actuar como un sujeto hablante de un tipo particular. Más positivamente, esos análisis insisten en que la psicología no debe entenderse como un sistema de significación ni como un “discurso”, sino como algo tecnológico. Este término debe entenderse en el mismo sentido que usé con anterioridad. Así, con tecnología quiero decir un conjunto de artes y destrezas que implica la vinculación de pensamientos, afectos, fuerzas, artefactos y técnicas que no solamente fabrican y manipulan al ser, sino que, fundamentalmente, lo ordenan, lo enmarcan, lo producen, lo hacen pensable como un cierto modo de existencia que debe abordarse de una manera específica. La psicología es tecnológica en varios sentidos. Primero, creo útil considerar el lenguaje mismo —y por ende, el lenguaje de la psicología— como constitutivo de ciertas “técnicas intelectuales”, como algo que hace pensable la realidad de manera específica mediante su orden, su clasificación y segmentación y mediante el establecimiento de relaciones entre los elementos, permitiendo que la realidad se vuelva maleable para el pensamiento. El lenguaje — en este caso, las teorías, los conceptos, las entidades y las explicaciones psicológicas — constituye una especie de mecanismo intelectual que puede hacer que el mundo sea maleable para el pensamiento, pero sólo mediante ciertas descripciones. Además, la psicología, al igual que otras disciplinas, no es meramente un complejo de lenguaje, sino un conjunto de técnicas de inscripción, procedimientos para introducir aspectos del mundo en la esfera de lo pensable en forma de observaciones, gráficos, cifras, tablas, diagramas y anotaciones de varios tipos (Lynch, 1985; Latour, 1986b; véase mi debate en el capítulo 5). Todo ello “compone” los objetos del discurso psicológico haciéndolos notables de manera particular. Tercero, la psicología está intrínsecamente vinculada a las “tecnologías humanas”. Forma parte de la racionalidad práctica de “ensamblamientos” que buscan actuar sobre los seres humanos para determinar su conducta en direcciones específicas; “ensamblamientos” tales como el del sistema jurídico, de la educación, de la crianza de los niños e, incluso, de la orientación espiritual. Es decir, la realidad histórica de las entidades psicológicas no emerge de una esfera prediscursiva de la naturaleza ni de mutaciones culturales en los patrones de significación, sino de la organización técnica y práctica de procedimientos para pensar, inscribir e intervenir sobre los seres humanos en los “ensamblamientos” heterogéneos del pensamiento y la acción. Entonces, ¿cómo se debe proceder con semejante investigación crítica de la construcción práctica, técnica y discursiva de las entidades psicológicas?


Regímenes de verdad


Por profunda que sea su comprensión del carácter técnico y material de la actividad científica, el modelo de Bachelard es poco riguroso cuando se trata de explicar el proceso de construcción de la objetividad psicológica. La verdad no es tan solo el resultado de la construcción, sino también del cuestionamiento. Existen batallas acerca de la verdad en las que la evidencia, los resultados, los argumentos, las experiencias de laboratorio, el estatus y muchos otros elementos se despliegan como recursos en un intento por ganar aliados y lograr que algo ingrese en el campo de lo verdadero (véase Foucault,1972a, 1972b, 1978; Latour, 1988). La verdad, entonces, siempre se instala por medio de actos de violencia. Entraña un proceso social de exclusión en el que los argumentos, la evidencia, las teorías y las convicciones son empujadas hacia los márgenes, no permitidas en el campo de “lo verdadero”. Para dar un ejemplo de este proceso, basta remitirnos a las “batallas por la verdad” que caracterizaron la relación entre la psicología y el psicoanálisis en diferentes territorios nacionales: batallas acerca del estatuto de las teorías, los resultados, los descubrimientos y los profesionales que ejercían la disciplina. Estas batallas acerca de la verdad no son abstractas ya que la verdad se encarna en las formas materiales. Para ser parte de lo verdadero, los hechos y los argumentos deben ser admitidos en complejos aparatos de verdad (por ejemplo, publicaciones académicas, conferencias, etcétera) que imponen sus propias normas y estándares a la retórica de la verdad. La verdad entraña una práctica de alianzas y de persuasión, tanto dentro como fuera de cualquier régimen disciplinario, proceso en el cual se puede conseguir un auditorio para la verdad. También entraña un modo de existencia humana dentro del cual esa verdad pueda ser factible y operativa. Desde esta perspectiva, podemos explorar las condiciones particulares que permitieron el ingreso de los argumentos psicológicos en el campo de “lo verdadero”. La noción de “traducción”, desarrollada en la investigación de Bruno Latour y Michel Callon, es útil para comprender estos procesos: “Por traducción entendemos todas las negociaciones, intrigas, cálculos, actos de persuasión y de violencia, por medio de los cuales un actor o fuerza adquiere, o logra que se le confiera autoridad para hablar o actuar en nombre de otro actor o fuerza: ‘Tenemos los mismos intereses’, ‘Haz lo que yo quiero’, ‘No lo lograrás sin mí’” (Callon y Latour, 1981, pág. 279). Callon y Latour sugieren que, a través de tales procesos de traducción, entidades y agentes muy diversos (investigadores de laboratorio, profesores universitarios, profesionales y autoridades sociales) llegan a vincularse (Callon, 1986; Latour, 1986b). Actores que se encuentran en escenarios separados en el tiempo y el espacio conforman una red, al punto que llegan a comprender su situación con arreglo a cierto lenguaje y cierta lógica, y a interpretar sus metas y su destino como algo, en cierto modo, inextricable. Comprender la “construcción de lo psicológico”, por cierto, requiere una investigación de las maneras en que se formaron las redes que operaban dentro de cierto régimen “psicológico” de verdad. Sin embargo, considero que Callon y Latour simplifican excesivamente este proceso, ya que sugieren que las redes siempre se establecen a partir de una “voluntad de poder” por parte de actores individuales o colectivos, y que implican un ejercicio de “dominación” llevado a cabo por centros particulares (véase Latour, 1984). Pero estas “batallas por la verdad” no son “juegos de suma cero” en los que lo que pierde una parte, lo gana la otra. Más precisamente, a través de una serie de seducciones, asociaciones, problematizaciones y maquinaciones, ciertas formas de pensamiento y acción se propagan porque se presentan como soluciones a los problemas y a las decisiones que encaran los actores en diversos escenarios (véase Miller y Rose, 1994). Sin embargo, Callon y Latour están en lo cierto cuando rechazan las explicaciones de tales procesos planteadas en términos de la noción insípida de “difusión de ideas” o de la noción cínica de la satisfacción de “intereses sociales”. El estudio minucioso de la relación entre el avance de la psicología en estos terrenos prácticos y la psicología de laboratorio, llevado a cabo por Kurt Danziger, ilustra claramente algunos de los procesos políticos y retóricos por medio de los cuales se formaron tales alianzas, y también sus consecuencias en cuanto a lo que se considera conocimiento psicológico válido (Danziger 1990). Hay un trabajo político y retórico en la construcción de una “traducibilidad” entre el laboratorio, el libro de texto, el manual, el curso académico, la asociación de profesionales, la sala de un tribunal, la fábrica, la familia, el batallón, etcétera: los diferentes loci para la elaboración, utilización y justificación de afirmaciones psicológicas (véanse los ensayos recopilados en Morawski, 1988a).
En el caso de la psicología, distinguimos diferentes tácticas a través de las cuales la traducción se llevó a cabo, estabilizando el pensamiento psicológico y creando un territorio psicológico simultáneamente. Primero, este proceso implicó persuasión, negociación y pugna entre autoridades sociales y conceptuales, con todos los cálculos y balances que se podrían esperar. Segundo, implicó la creación de un modo de percepción en el que ciertas entidades y eventos llegan a visualizarse conforme a imágenes o patrones específicos. Tercero, se caracterizó por la utilización de un lenguaje en el que los problemas se articulan en ciertos términos, se explican según determinados objetivos, retórica, y metas, conforme a un vocabulario y una gramática determinada. Cuarto, la inscripción de agentes en una red “psicologizada” implica establecer conexiones entre problema y solución: enlaces entre la naturaleza, el carácter y las causas de los problemas que se les plantean a diferentes individuos y grupos (médicos y docentes, industriales y políticos) y ciertas cosas que podrían considerarse soluciones reales o potenciales para tales problemas. Consideremos, por ejemplo, el crecimiento del lenguaje y las estrategias de la inteligencia durante los primeros años del siglo XX, o el crecimiento de la higiene mental en las décadas de 1920 y 1930 (ambos tratados en Rose, 1985a). Lo que se observa en ambos casos es la creación de relaciones móviles y tixotrópicas entre diferentes agentes (psicólogos académicos, profesionales tales como docentes y médicos, políticos, organizaciones y grupos de presión política, industriales, individuos de buena voluntad), relaciones por medio de las cuales procuran potenciar su capacidad de acción y persuasión mediante la “traducción” de los recursos que les proporciona la relación para que redunden en beneficio propio. La adopción de definiciones para los problemas y de vocabularios explicativos comunes permiten establecer vínculos laxos y flexibles entre quienes se encuentran separados espacial y temporalmente, y entre sucesos que pertenecen a esferas que siguen siendo distintas y autónomas formalmente. Estas alianzas entre investigadores y profesionales que ejercen la disciplina, los productores y los consumidores de conocimiento psicológico, tan esenciales para su construcción, le confieren un carácter especial al proceso de construcción de lo que se considerará conocimiento psicológico.


Disciplinarización


 Desde mediados del siglo XIX en adelante, la “disciplinarización” de la psicología estuvo inextricablemente ligada a la posibilidad de construir tales alianzas. Sin embargo, lo que se observa en el proceso de disciplinarización de la psicología es, en realidad, bastante específico: las condiciones para lograr una estabilización disciplinaria de este tipo se basaron en la elaboración de una gran variedad de técnicas y prácticas para disciplinar, vigilar y formar a las poblaciones y a los seres humanos que las conforman (Gordon 1980, pág. 239). Estas alianzas hicieron posible el conocimiento positivo del “hombre”. El “hombre” se convirtió, por así decirlo, en un punto de referencia imaginario: el universo dentro del cual se delinearon todas las clasificaciones y categorizaciones de edad, raza, sexo, inteligencia, carácter y patología. Las condiciones en que surgió ese conocimiento positivo lo moldearon en ciertos aspectos muy significativos, tratados en otros capítulos de este libro. Ahora quisiera referirme a otros temas. Primero, quizás, podríamos precisar cómo ciertas normas y valores de naturaleza técnica llegaron a definir la topografía de la verdad psicológica. En este sentido, las técnicas más significativas fueron la estadística y la experimentación. El papel constitutivo de las “herramientas” y de los “métodos” para establecer un régimen psicológico de verdad nos obliga a revisar el esquema de Bachelard sobre la relación entre pensamiento y técnica. El papel de los medios técnicos existentes para materializar la teoría no fue secundario sino determinante en el proceso de construcción de la verdad psicológica. Las formas técnicas e instrumentales que la psicología adoptó para demostrar y justificar las proposiciones teóricas llegaron a delimitar el propio espacio del pensamiento psicológico y a darle forma. Durante los cincuenta años que siguieron a la aparición de los primeros laboratorios de psicología experimental, de las primeras revistas y sociedades científicas, hacia fines del siglo diecinueve, el proyecto de disciplinarización de la psicología se llevó a cabo, en gran medida, a través de un proceso que obligó a la psicología a abandonar las formas de justificación utilizadas anteriormente y a adoptar “técnicas de verdad” ya establecidas en otros campos del conocimiento positivo.
Las dos principales técnicas de verdad fueron la “estadística” y la “experimentación” (Rose, 1985a, cap. 5; Danziger, 1990; Gigerenzer, 1991). Ambas técnicas no sólo ilustran las alianzas entre la psicología y otras disciplinas científicas, sino también la interacción recíproca entre lo teórico y lo técnico. La estadística, por supuesto, se originó como “ciencia del Estado”, como un intento por reunir información cuantitativa concerniente a hechos y sucesos que tenían lugar en un campo determinado con el objeto de conocerlos y gobernarlos: inicio de una relación duradera entre el conocimiento y el gobierno. Ian Hacking argumentó de manera muy convincente que, durante el siglo XIX, la suposición de que las leyes de la estadística eran tan solo la expresión de sucesos deterministas subyacentes fue reemplazada por la idea de que las leyes de la estadística (las leyes de los grandes números formuladas por Poisson y Quêtelet en las décadas de 1830 y 1840) eran leyes por derecho propio, que podían extenderse a los fenómenos naturales (Hacking, 1990). Así se construyó una lógica para fundamentar la pretensión de que, por debajo de la variabilidad aparentemente desordenada de los fenómenos, había regularidad. Durante los primeros treinta años del proyecto disciplinario de la psicología, aproximadamente desde la década de 1870 hasta los primeros años del siglo veinte, los programas para estabilizar las verdades psicológicas fueron de la mano de la construcción de las herramientas técnicas necesarias para demostrarlas. En la obra de Francis Galton, Karl Pearson y Charles Spearman, entre otros, la relación entre lo teórico y lo estadístico era interna, desde la noción de “distribución normal” hasta las herramientas para calcular correlaciones. La estadística era, al mismo tiempo, el instrumento que materializaba la teoría y el que generaba los fenómenos que la teoría debía explicar. Las técnicas de la estadística comenzaron siendo una condensación de lo empírico y luego se reestructuraron de forma tal que se convirtieron en una materialización de lo teórico. Sin embargo, dentro de un lapso sorprendentemente corto, se alejaron de la lógica que les daba fundamento: ya en la década de 1920, las leyes de la estadística parecían tener una existencia autónoma, a la que se accedía por medio de meras herramientas estadísticas. Los tests estadísticos aparecían como un medio esencialmente neutro para demostrar la verdad proveniente de un universo de fenómenos numéricos, universo que, por no estar contaminado por los asuntos sociales ni humanos, podía utilizarse para arbitrar entre diferentes explicaciones de dichos asuntos. No solo la psicología, sino también las demás “ciencias sociales” intentarían utilizar tales herramientas para establecer su veracidad y cientificidad, para forzar su ingreso en el canon de la verdad, para convencer de su carácter verídico a los a veces escépticos auditorios de políticos, profesionales y académicos, para armar a los que esgrimían esas herramientas contra las críticas que sostenían que ellos tan solo vestían al prejuicio y a la especulación con las ropas de la ciencia. A partir de ese momento, los medios de justificación comienzan a dar forma a lo que puede justificarse a través de ciertas vías: las normas y los valores de la estadística se incorporan a la propia textura de las concepciones de la realidad psicológica (véase Gigerenzer, 1991).
La psicología también habría de adoptar la “experimentación” como medio para disciplinarse, para reunir a los diferentes grupos de profesionales, editores de revistas científicas, organismos de financiación, colegas universitarios y autoridades universitarias a fin de formar las alianzas necesarias para forzar el ingreso de la disciplina en el aparato de la verdad. El interminable debate acerca de la relación entre las “ciencias” psicológicas y las “ciencias naturales” se comprende mejor si se lo saca del campo de la filosofía y se lo reubica en un entorno técnico (este concepto se fundamenta en la obra de Danziger, 1990). En procura de establecer su credibilidad entre aliados escépticos pero necesarios, durante las primeras décadas del siglo XX, los psicólogos británicos y norteamericanos abandonaron sus intentos por generar un método de investigación que respondiera a una concepción del sujeto humano de investigación como participante activo en el proceso de generación y validación de hechos psicológicos. El “método experimental” no se consagró en la psicología simplemente a través del intento por simular un modelo de producción y evaluación de evidencia derivado de imágenes (ingenuas) de los laboratorios de física y química, sino que también surgió a raíz de una serie de medidas prácticas para generar y estabilizar datos de manera calculable, repetible y estable. Entre tales medidas se encuentran la creación de laboratorios de psicología como espacio ideal para la producción, intensificación y manipulación de fenómenos psicológicos, la separación entre el experimentador dotado de capacidades técnicas, y el sujeto, cuya función era tan sólo la de proporcionar una fuente de datos, el intento por generar evidencia en forma de inscripciones que pudieran compararse y calcularse, etcétera. Cuando el emergente aparato disciplinario comenzó a institucionalizar y controlar una forma determinada de experimentación psicológica, las características sociales de la situación experimental se naturalizaron. Las normas del programa experimental se habían fusionado, por así decirlo, con la propia disciplina psicológica y, en ese proceso, el objeto mismo de la psicología quedó disciplinado, se volvió “dócil”; internalizó los medios técnicos para conocerlo en la forma misma en que se lo podía pensar (Rose, 1990, cap. 12; véase Lynch, 1985). Aquí las verdades psicológicas no eran simples materializaciones de la teoría, de hecho, lo contrario quizás se acerque más a la verdad. La disciplinarización de la psicología como ciencia positiva implicó la incorporación de las formas técnicas de la positividad al objeto mismo de la psicología: el sujeto psicológico.


Psicologización


La “disciplinarización” de la psicología estuvo intrínsecamente ligada a la “psicologización” de una serie de espacios y prácticas diferentes en las que la psicología llegó a impregnar, e incluso a dominar, otras maneras de formar, organizar, diseminar e implementar verdades acerca de las personas. Los requerimientos de administración y regulación de un grupo real o potencial de autoridades sociales y de profesionales que ejercían la disciplina desempeñaron un papel fundamental en la determinación de los tipos de problemas que las verdades psicológicas alegan resolver y de los tipos de posibilidades que las verdades psicológicas alegan abrir. No había un solo proceso: a fin de escribir la genealogía de la psicología contemporánea, deberíamos estudiar en detalle los distintos espacios que se psicologizaron –las fábricas, las salas de los tribunales, las cárceles, las aulas, los dormitorios, la administración colonial, los espacios urbanos– y las diferentes imágenes y tecnologías de los sujetos humanos que se establecieron y se utilizaron dentro de tales espacios (yo mismo toco este tema en Rose, 1990). Pues el proceso de psicologización no implica que se haya adoptado o impuesto en forma totalitaria un único modelo de persona: de hecho, el famoso carácter “no paradigmático” de la psicología garantiza una especie de cuestionamiento sin fin acerca de las características del ser persona. Consideremos, por ejemplo, las diferencias que se dieron durante el siglo XIX en la caracterización psicológica del género en las aulas, de la raza en relación con la herencia de la inteligencia, de la criminalidad en los tribunales que intervenían en casos de adultos y niños, de la reputación en relación con el tratamiento jurídico de las calumnias e injurias, etcétera. Esta variabilidad en las maneras psicológicas de “componer” a las personas es un factor clave del amplio poder de la psicología, ya que permite a la disciplina unir diferentes espacios, problemas y preocupaciones. La realidad social de la psicología no es una especie de “paradigma” incorpóreo aunque coherente, sino una red compleja y heterogénea de agentes, espacios, prácticas y técnicas para la producción, diseminación, legitimación y utilización de verdades psicológicas. Por consiguiente, la producción de los “efectos de verdad” psicológicos está intrínsecamente relacionada con el proceso mediante el cual una serie de campos, espacios, problemas, prácticas y actividades “se volvieron psicológicos”. “Se vuelven psicológicos” en el sentido de que se problematizan, es decir, se vuelven perturbadores e inteligibles a la vez en términos impregnados de psicología. No es que educar a un niño, reformar a un delincuente, curar a un histérico, criar a un bebé, administrar un ejército o dirigir una fábrica entrañe la utilización de teorías y técnicas psicológicas, sino que existe una relación constitutiva entre el carácter de lo que se considerará una teoría o argumento psicológico admisible y los procesos por medio de los cuales se puede acordar una suerte de visibilidad psicológica a los dominios anteriormente nombrados. La conducta de las personas se vuelve notable e inteligible cuando, proyectada sobre una pantalla psicológica, por así decirlo, la realidad se ordena según una taxonomía psicológica, y las habilidades, personalidades, actitudes, etcétera se convierten en un tema central de las deliberaciones y los cálculos, tanto de las autoridades sociales como de los teóricos de la psicología.



Epistemología institucional 


Michel Foucault comenta en alguna parte que los conocimientos “psi” tienen un “bajo perfil epistemológico”. Las fronteras entre aquello que las disciplinas “psi” organizan en forma de conocimiento positivo y un universo más amplio de imágenes, explicaciones, significados y creencias acerca de las personas son realmente más “permeables” en el caso de los conocimientos “psi” que, por ejemplo, en el caso de la física atómica o de la biología molecular. Pero no deberíamos plantear esta cuestión de la permeabilidad meramente en términos de la historia de las ideas, en la que se observa que los discursos científicos comparten, en cierta medida, metáforas o nociones fundamentales muy difundidas en la sociedad. Preferiría analizar dicha relación en un nivel más modesto y más técnico. Es decir que, en el caso de los conocimientos “psi”, existe una interpenetración de la practicabilidad y la epistemología. Aunque ya hemos analizado algunas de estas relaciones, podemos investigar de otra manera la constitución “práctica” de la epistemología psicológica. Bachelard sostiene que el pensamiento científico no opera sobre el mundo tal cual lo encuentra: la producción de la verdad es un proceso activo de intervención en el mundo. Pero hay algo característico sobre las condiciones que hicieron posible la producción de las verdades psicológicas. La epistemología psicológica es, en muchos sentidos, una epistemología institucional (véase Gordon, 1980): las reglas mismas que determinan lo que puede considerarse conocimiento están estructuradas por las relaciones institucionales en las cuales cobraron forma. Michel Foucault utilizó la noción de superficies de emergencia para estudiar los aparatos dentro de los cuales se condensaron los espacios de dificultades o problemas que más tarde habrían de racionalizarse, codificarse y teorizarse en términos tales como enfermedad, alienación, demencia, neurosis (1972a). Tales aparatos, como por ejemplo, la familia, la situación laboral, la comunidad religiosa, tienen ciertas características: son normativos y, por lo tanto, sensibles a la desviación; constituyen el eje de la actividad de las autoridades –como la profesión medica- que escudriñarán los sucesos que tienen lugar en su seno y arbitrarán entre ellos; y son el locus para la aplicación de ciertas grillas especificativas para dividir, clasificar, agrupar y reagrupar los fenómenos que aparecen en su interior.
En lo concerniente a la psicología, dentro de la cárcel, la sala del tribunal, la fábrica, el aula (espacios institucionales que reunían a las personas y las juzgaban en términos de exigencias organizacionales tales como la puntualidad y la obediencia), se formaron los objetos que la psicología buscaría hacer inteligibles (Foucault, 1977; Rose, 1985a; véase Smith, 1992). La psicología se disciplinó a través de la codificación de las vicisitudes de la conducta individual a medida que éstas aparecían dentro de los aparatos de regulación, administración, castigo y cura, cuando adquirieron su forma moderna durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Dentro de tales aparatos, la psicología se alinearía con los sistemas de visibilidad institucionales. Es decir que fue la normatividad del mismo aparato (las normas y los estándares de la institución, sus límites y umbrales de tolerancia, sus reglas y sistemas de juicio) lo que confirió visibilidad a ciertas características e iluminó la topografía de los dominios que la psicología intentaría hacer inteligibles. La verosimilitud de las concepciones psicológicas de la inteligencia, la personalidad, las actitudes, etcétera, se establecería sólo en la medida en que esas concepciones fueran practicables y pudieran retraducirse a las exigencias disciplinarias del aparato y sus autoridades. Por lo tanto, para retomar a Bachelard, la reflexión del psicólogo acerca de su objeto científico no tomó la forma de una intervención polémica en la realidad para concretar una tesis científica, sino que se caracterizó por una serie de intentos por racionalizar un terreno de experiencia preexistente y hacerlo comprensible y calculable (véase cap. 4 de este volumen). Sin embargo, hacer que un espacio de problemas preexistente se vuelva comprensible y calculable en términos psicológicos modifica su estado original. Las maneras psicológicas de ver, pensar, calcular y actuar tienen una potencia especial porque transforman tales espacios de problemas y simplifican de alguna manera la gama de actividades que realizan las autoridades cuando se ocupan de la conducción de la conducta Si consideramos, por ejemplo, la transformación que sufrió el “trabajo social” en las décadas de 1950 y 1960, o la aparición de enfoques “centrados en la persona” en la medicina general en las décadas de 1960 y 1970, podemos ver cómo la psicología, al “racionalizar” la práctica de otros “especialistas”, simplifica sus diversas tareas presentándolos como si todos se ocuparan de diferentes aspectos del ser persona del cliente o paciente. La psicología no sólo ofrece a estas autoridades una plétora de dispositivos y técnicas nuevas para la asignación de tareas a las personas, para la planificación de los detalles técnicos de una institución, para su organización arquitectónica, horaria y espacial, para la organización de grupos de trabajo, la asignación de jerarquías y funciones de liderazgo, sino que también confiere coherencia y lógica a estas actividades mundanas y heterogéneas, las ubica dentro de un único campo de explicación y deliberación: ya no son ad hoc, sino que pretenden estar fundamentadas en un conocimiento positivo de la persona. En ese proceso, se transforma la propia noción de autoridad, y también la del poder conferido a quien la ejerce. Por lo tanto, el poder de la psicología provino inicialmente de su capacidad para organizar, simplificar y racionalizar terrenos de la individualidad y de la diferencia humana que surgieron en el transcurso de proyectos institucionales de cura, reforma, castigo, administración, pedagogía, etcétera; pero, al simplificarlos, los transforma en aspectos fundamentales. La tekné de la psicología Supongamos que no consideramos a la psicología como un mero cuerpo de pensamiento, sino como cierta forma de vida, un modo de proceder o de actuar sobre el mundo. Entonces, podríamos tratar de identificar lo que podría denominarse la tekné de la psicología: sus características distintivas como técnica, arte, práctica y conjunto de dispositivos. Yo trato este concepto en mayor detalle más adelante (véase cap. 4). Ahora, me gustaría destacar sólo tres aspectos de esta tekné, tres dimensiones de las relaciones entre la psicología, el poder y la subjetividad: primero, una transformación de la lógica y los programas de gobierno; segundo, una transformación de la legitimidad de la autoridad; y, tercero, una transformación de la ética.