jueves, 19 de julio de 2012

Psicología - Kurt Danziger Naming the mind (Nombrar la mente) PARTE 2



Nombrar la mente.
Kurt Danziger
Fuente:  Danziger, K. (1997). Chap. 1: Naming the mind. In: Naming the mind. How psychology found its language.


Perspectiva del libro
Es apenas posible presentar algo como una historia comprehensiva del lenguaje psicológico dentro de los límites de un solo volumen. De hecho, tal empresa sería altamente problemática, incluso sin limitaciones de tiempo y espacio. Para escribir la historia del lenguaje psicológico primero se debería saber cómo definir los límites de tal tema. Esto requerirá un entendimiento claro de lo que significa “psicológico”. ¿Cómo se distingue el lenguaje psicológico de otro lenguaje, y cómo se distinguen las categorías psicológicas de otras categorías? Se pueden imaginar muchas respuestas diferentes a estas preguntas, y hace dos o tres siglos las preguntas no hubieran sido siquiera inteligibles. Evidentemente, “psicológico” es en sí mismo un ejemplo de una categoría psicológica con una historia que precisa investigación. Como no existió siempre, tenemos que recurrir a las concepciones modernas de “lo psicológico” para el criterio que nos permitirá distinguir entre material relevante e irrelevante del pasado. Pero este es una empresa peligrosa.  Nos compromete a la peor clase de “presentismo”, donde el pasado es reinterpretado sumariamente en términos de las categorías del presente de modo tal que la historia viene a parecer un catálogo de “errores” y “anticipaciones”.
La única parte de la historia de la psicología que tiene un objeto relativamente aproblemático es la parte que es definida por la disciplina moderna de la psicología (Smith, 1988). Una vez que los textos y las estructuras disciplinarias aparecieron en la escena tenemos un campo claramente identificable con límites relativamente marcados. Este campo está caracterizado por ciertas categorías de discurso cuya historia puede ser investigada de un modo relativamente sencillo. Este es el principal enfoque del presente libro. Sin embargo, esto no significa que no debe prestarse atención al desarrollo previo al advenimiento de una disciplina psicológica. Como ya ha sido planteado, restringirse al uso de categorías en la psicología científica es una fórmula para evitar temas fundamentales. Para entender la naturaleza de estas categorías tiene que saberse de dónde provienen. En particular deben entenderse los problemas que su construcción se suponía que enfrentara y qué supuestos, relevando una tradición más antigua, ellas representan.
Por ejemplo, al considerar la categoría “inteligencia” en el capítulo 5 se dedica considerable espacio al surgimiento de la comprensión moderna de esta categoría en el siglo XIX. Se presentan dos fuentes de este conocimiento, la biología evolucionista y un sistema racionalizado de educación universal. El capítulo 5 rastrea la dependencia respecto de estas raíces del significado psicológico de la “inteligencia” del siglo XX.
Ha habido otros desarrollos del siglo XIX que han provisto componentes esenciales en el bagaje conceptual de la psicología del siglo XX. Algunos de los más importantes son abordados en el capítulo 4, que está dedicado a la aparición histórica de conceptos psicológicos fundamentales, como el estímulo, el reflejo, y la energía psicológica. Una característica común del discurso psicológico del siglo XIX fue la imposición gradual de una estructura dualista a categorías que previamente no habían implicado una distinción marcada entre lo mental y lo físico. La psicología moderna tuvo que enfrentarse con eso.
Las continuidades entre el discurso psicológico del siglo XX y formas anteriores de discurso se vuelven más remotas y más dudosas cuanto más atrás vamos en el tiempo. Mientras hay aún muchos puntos de contacto en el siglo XIX, el rastro se vuelve más incierto más allá de ese momento.  Antes de finales del siglo XVII, las categorías disponibles para analizar la experiencia y la conducta humana eran tan diferentes a las categorías psicológicas modernas que ya no se puede plantear estar rastreando la historia de estas últimas cuando se están abordando estos períodos previos. En tanto nuestra intención aquí no es construir la psicología como una entidad históricamente permanente sino explorar la historicidad de las categorías psicológicas, hay una razón para comenzar estas exploraciones mucho antes del año 1700. Sin embargo, he incluido una breve reseña de algún material histórico más antiguo en el capítulo 2. En su mayor parte, este se concentra en las concepciones aristotélicas, porque estas eran históricamente muy  importantes para las especulaciones occidentales acerca de la vida y la experiencia de los individuos humanos. Pero este esbozo aborda un tema que considero que es diferente del resto del libro. Está incluido meramente como un contrapunto histórico para ilustrar, a través de un contraste, la novedad radical de las concepciones modernas. Los lectores que ya estén convencidos de esto tal vez deseen saltear este capítulo y empezar con el capítulo 3.
En ese capítulo analizo brevemente algunos de los desarrollos tempranos que proveyeron una base conceptual para una red moderna de categorías psicológicas. En su mayor parte, estos desarrollos datan del siglo XVIII. Sólo entonces hay evidencia clara de reflexión sistemática acerca de temas que son, sin ambigüedad, de naturaleza psicológica. Gran parte de esta reflexión tiene lugar en Alemania, donde el término “psicología” empezó a ser usado en un reconocible sentido moderno en ese momento. Sin embargo fue la filosofía empirista británica la que proveyó un gran estímulo para este desarrollo (Dessoir, 1902; Sommer, 1892). Por esta razón, y más particularmente porque la continuidad histórica entre esta filosofía y la psicología americana del siglo XX es tan pronunciada, es que la versión tradicional británica de la filosofía mental constituye el foco del capítulo 3. Entre los conceptos seleccionados para atender están la emoción, el motivo, la conciencia y el yo.
A diferencia de las categorías consideradas en capítulos siguientes, estos conceptos no fueron creación de la ciencia moderna psicológica aunque eventualmente han venido a formar parte de los objetos de esa ciencia.  Esto ilustra el origen dual de las categorías con las que la disciplina de la psicología opera. Muchas de ellas, incluida “conducta”, “aprendizaje” y “motivación” no existían como categorías de la reflexión psicológica antes del siglo XX y son constructos cuya historia está completamente ligada a la historia de la disciplina.[xv]. Pero otras categorías, como “emoción”, “conciencia” y “yo” son más antiguas y datan del siglo XVIII o incluso de un poco antes de eso. Son el producto de un proceso histórico de reconstrucción de la subjetividad humana en términos psicológicos, un proceso que fue particularmente evidente en ciertas partes de la Europa post-medieval. Sin este desarrollo podría no haber disciplina psicológica moderna. El objeto de esa disciplina depende de una tendencia arraigada culturalmente a experimentar gran parte de la vida humana en términos psicológicos. Tal concepción estratificada del surgimiento de la psicología moderna es sugerida por el extenso trabajo histórico de Graham Richards (1987,1989, 1992), quien ha documentado el temprano desarrollo de un lenguaje que permite la representación de objetos psicológicos específicos. Subsecuentemente, esos objetos se convierten en los objetivos de la investigación y la intervención disciplinar, una práctica que efectivamente los reconstituye. En el presente volumen he adoptado la proposición de Richards para distinguir las referencias a la psicología como una disciplina de las referencias a su objeto usando la letra mayúscula “P” para la primera y la minúscula “p” para la segunda.[xvi]
Los capítulos 5 a 9 representan el núcleo de este libro y están dedicados a un examen de un grupo de categorías cuyo origen está íntimamente unido con al historia de la psicología americana. En vista de los múltiples orígenes de la disciplina psicológica (Danziger, 1990a) esto requiere alguna explicación. Es cierto que ha habido diferencias fundamentales entre el discurso psicológico en América y en la Europa continental -sin hablar de las psicologías no occidentales. Hasta la segunda mitad del siglo XX no había uno sino varios lenguajes disciplinares de la psicología, y cada uno de ellos tenía su propia trayectoria histórica. Después de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, el lenguaje de la psicología americana fue adoptado casi en todos lados, una situación que sólo empezó a cambiar relativamente de manera reciente. Por lo tanto, este lenguaje ocupó un lugar especialmente significativo en la historia de la disciplina. Representa el punto más apropiado de entrada para una historia conceptual, aunque se espera que los estudios comparativos de otros lenguajes psicológicos sean emprendidos en el futuro.
Hay, por supuesto, cierta distorsión en referirse al lenguaje americano, como si hubiera uno solo. Es cierto que la psicología americana siempre ha tenido sus disidentes que quisieron hablar otro lenguaje que el oficial. Pero una característica notable de la disciplina en su versión americana fue el grado llamativo e impresionante de uniformidad logrado en su discurso, al menos por un tiempo. Si se diera nombre a esta forma hegemónica de discurso tendría que llamárselo “conductista”. Esto no significa que la mayoría de los psicólogos norteamericanos fueran conductistas, un juicio acerca de sus compromisos teóricos explícitos. Aunque esos compromisos deben haber existido, muchos de ellos estaban bastante dispuestos a usar los términos especializados de su disciplina de un modo que admitiera muchos de los supuestos del conductismo y los hiciera invisibles. Este proceso es analizado por separado en capítulos posteriores, especialmente en los capítulos 6 y 9.
El hecho de que la psicología americana estuviera dominada por un particular modo de discurso durante la mayor parte del siglo XX provee el criterio principal para la selección de las categorías psicológicas discutidas en este libro. La historia de estas categorías  es un vasto dominio, por lo tanto es necesario ser selectivo. He seleccionado categorías cuya historia está íntimamente unida con la del discurso “conductista” en general.[xvii]. Obviamente, este es el caso en el capítulo 6, que está principalmente abocado a la emergencia y el establecimiento de la categoría moderna de “conducta” y, en segundo lugar, a la de “aprendizaje”. Mientras que la última involucra la creación de un nuevo dominio de la investigación psicológica por un acto de abstracción que fue esencialmente como un disparo en la oscuridad, la historia de la “conducta” es más compleja. Tiene sus raíces en concepciones previas de la mente como algo a ser inferido, y no leído, a partir de algo más que no era la mente. Pero cuando la “conducta” se convirtió en el componente central de una nueva forma del discurso científico social adquirió un difuso conjunto de significados y funciones que se alejan de estas raíces. Este proceso es analizado en el capítulo 6.
En el capítulo 7 el foco está puesto en dos categorías cuyo establecimiento dentro de la disciplina estuvo fuertemente influido por imperativos prácticos. La “motivación” fue un concepto nuevo, constituido, como “aprendizaje”, por la abstracción de fenómenos profundamente diversos y la reificación del resultado. Tuvo su origen en el mundo de la administración y tuvo connotaciones manipuladoras desde el comienzo. La “personalidad” cambió su referencia en el comienzo del siglo XX y vino a significar casi lo opuesto de lo que solía significar. También entró a la psicología vía el campo de la práctica, en especial la selección de personal y la educación, en la cual los miembros de la disciplina estaban empezando a involucrarse. Conceptos como “impulso” y “necesidad” fueron construidos para proveer un foco teórico de investigación en los nuevos dominios.
El capítulo 8 está dedicado a la categoría central en la psicología social: la “actitud”. Las investigaciones introspeccionistas sobre las actitudes fueron rápidamente abandonadas a favor del concepto de “actitudes sociales” que fue una importación directa de la sociología. Con el uso de técnicas adaptadas de la investigación de mercado, los psicólogos anexaron exitosamente esta categoría al darle una interpretación estrictamente intraindividual y al desarrollar métodos para la medida de las actitudes. Estos dependían de la asimilación de la categoría de “estímulos sociales” a concepciones antiguas de los estímulos como hechos físicos y biológicos. El capítulo cierra con una consideración de las diferencias entre la categoría de “actitud social” y el concepto de ideología que hizo una breve aparición en la psicología social tras la Segunda Guerra Mundial.
En el capítulo 9 la discusión se desplaza hacia las categorías del discurso psicológico más generales: estímulo y respuesta en primer lugar y “variable” un tanto después. Estas categorías han funcionado como una clase de metalenguaje dentro del cual escuelas diversas de pensamiento psicológico pueden ser traducidas con el propósito de la comparación empírica. Fueron derivadas de formas específicas de prácticas investigativas experimentales y estadísticas, y su consecuencia es imponer la forma de la práctica en todas las representaciones de la realidad psicológica. Más especialmente, el capítulo rastrea la historia de la categoría de “variable” desde sus inicios estadísticos, a través de su reificación psicológica como una “variable interviniente” hasta su función como un término clave en el lenguaje de la ingeniería psicológica.
El último capítulo (10) reúne tales temas de los capítulos anteriores y retorna a algunos de los puntos puestos de relieve en esta introducción. La discusión se centra en la cuestión de si puede decirse que las categorías psicológicas constituyen “clases naturales”, o si reflejan la estructura de la realidad psicológica que existe independientemente de ellas. Después de considerar el contexto social de estas categorías y su rol referencial, esta pregunta se responde finalmente, de manera negativa.
Este libro tiene un foco temporal específico determinado por su concentración en categorías que han sido importantes en el discurso “conductista” de la psicología americana. Todas estas categorías toman su forma moderna aproximadamente durante la segunda a la cuarta década del siglo XX. Por lo tanto, es ese período el cual se analiza más detalladamente. La mayor parte del material de los capítulos 6 a 9 pertenece a esos años porque este es el tiempo durante el cual la psicología americana realmente encontró su lenguaje. Si se comparan textos publicados antes de este período con textos publicados cerca de su fin el cambio es bastante impresionante. Hay mucha discontinuidad en las categorías que definen el objeto de la disciplina. Muchas de las categorías utilizadas por los textos posteriores -las categorías discutidas en este texto y algunas otras- no aparecían en los textos más antiguos. Durante estos años la disciplina redefinió su objeto. Pero esto no fue sólo una cuestión de cambiar de “conciencia” a “conducta”; involucró el crecimiento de dominios completamente nuevos, como “personalidad” y “actitudes sociales”, y la desaparición de otros, por ejemplo, la voluntad. En contraste, si comparamos los textos de los últimos treinta o incluso cincuenta años hay mucho menos cambio en las categorías del lenguaje de la disciplina. Hay cambios en las teorías acerca de los fenómenos de interés, pero la distinción entre las diferentes clases de fenómenos está aún basada esencialmente en el mismo conjunto de categorías fundamentales, siendo “cognición” la notable excepción.
El período de treinta años, definido aproximadamente entre 1910 y 1940, fue un tiempo de cambio revolucionario. Fue revolucionario no porque las teorías que explicaban los fenómenos fueron cambiadas, sino porque los fenómenos en sí mismos cambiaron. Cambiaron porque las categorías que los definían cambiaron. Este proceso del surgimiento histórico de nuevas categorías es examinado en los capítulos 6 a 9. La “inteligencia” que emergió apenas antes en un lugar geográfico diferente, es considerada en el capítulo 5. Por supuesto, las nuevas categorías no aparecieron de la nada, y algunas de esas “pre-historias” configuran el objeto del capítulo 4. Entonces la perspectiva histórica del presente estudio es provista por un período de especial significación. Fue durante este tiempo que las divisiones conceptuales que luego serán dadas por sentado estaban aún siendo negociadas. Este proceso fue en gran medido completado en los años 50, donde termina nuestro estudio. Un tiempo de relativa estabilidad y “normalización” había comenzado. Hay muchos desarrollos después de eso, pero, o bien no han afectado la naturaleza de las categorías que han dominado el discurso psicológico o bien indican la llegada de un nuevo período en la historia de la disciplina. Si realmente han hecho esto, o si solamente sirvieron vino viejo en odres nuevos, no es algo que pueda ser decidido sin un examen riguroso de lo que vino después.



Notas

[i] Curiosamente, Richards vio cierta esperanza de escapar de este dilema en el nuevo lenguaje psicológico del estímulo y la respuesta que se estaban poniendo de moda. Lamentablemente, esta esperanza se perdió, como veremos en el capítulo 9.
[ii] “Nuestro” refiere aquí al vocabulario de la disciplina psicológica, no a algún dominio de la psicología popular  occidental que puede ser menos extrema respecto de esto (véase White,1992)
[iii] La distinción referencia-sentido tiene sus orígenes en el trabajo del lógico Frege (1848-1925). Este trabajo estimuló muchas discusiones  y muchas variantes de la distinción (véase Baker y hacker, 1984). Mi uso de la distinción está solamente en líneas generales relacionado con este.
[iv] Sobre la falacia de las categorías humanas como reflejos de la naturaleza, véase Lakoff (1987)
[v] El enorme peso de pre-conceptos  que conllevan los conceptos psicológicos ha sido extensamente demostrado en el trabajo de Smedslund (1984, 1992). Desafortunadamente, su intento de buscar una salida vía un “psicológico” universal manifiesta una cierta ceguera a la cultura y a la historia.
[vi] Una razón más sutil puede radicar en la manera en que la psicología se convirtió en la ciencia social que atendió a un ahistoricismo más amplio que caracteriza a sociedades y períodos que fueron fuertemente anti-tradicionales. Tal vez esta sea una de las razones por las que, desde sus más tempranos años, la ciencia psicológica floreció en EEUU como en ningún otro lado.
[vii] Para más discusiones sobre este tema, véase Danziger (1990b) así como Smith (1988) y Young (1966)
[viii] Hay más discusión sobre el reflejo en el capítulo 4
[ix] Prefiero el término “categorías” porque su uso en la literatura inglesa es más cercano a lo que intento  significar que “concepto”, el cual sufre de una multitud de connotaciones y de ambigüedades indeseables. Sin embrago, en lo que sigue, algunas veces uso este último término como sinónimo del primero.
[x] Se encuentra el mismo abordaje en historias así llamadas “problemas persistentes” de la psicología (Macleod, 1975)
[xi] Gran parte de la extensa literatura que explora la historicidad de la psicología humana ha girado alrededor de los temas de la “emoción“ (Stearns and Stearns, 1988) y del “yo” (Danziger, 1997)
[xii] Retornaremos a esta pregunta en el capítulo 10. Véase Hallam (1994) para una discusión útil.
[xiii] Estoy en deuda con la formulación de Roger Smith (1992:224) aquí. Su estudio sobre la historia de la categoría de la “inhibición” ejemplifica las ventajas del abordaje discursivo.
[xiv]  Véase el capítulo 8. El género biográfico no es afectado por esto, porque su interés absolutamente legítimo es respecto de la inteligibilidad de las vidas individuales, no la explicación de las tendencias históricas.
[xv] Una rápida comprobación de si una categoría particular pertenece a este grupo es buscarla en el Diccionario de Filosofía y Psicología publicado en 1901 (Baldwin, 1901). Si no hay una entrada para ella, es casi seguro una categoría psicológica del siglo XX.
[xvi] Cuando la referencia es a ambas uso la letra minúscula.
[xvii] Hay muchas categorías psicológicas, como percepción, memoria, cognición, que caen por fuera del alcance restringido del presente estudio. De estas, la percepción ha sido particularmente bien considerada por explicaciones históricas. Pero va a ser poco posible hacer justicia con las otras sin, aunque sea, una monografía substancial de cada una.

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